
El truco es imaginarte con vívido detalle cinematográfico cómo será toda tu jornada laboral cuando termines de ordenar.
Esa imagen debería incluir tres elementos: el entorno físico, tu comportamiento y tus sentimientos. Visualiza cómo es tu espacio de trabajo, por ejemplo, tu mesa limpia y ordenada y dónde está guardado todo; lo que haces ahí, incluidas cosas como disfrutar de una taza de café u aromas refrescantes; y cómo te sientes cuando haces esas cosas, por ejemplo, entusiasmado, satisfecho o contento.
Para representar una imagen realista de tu vida profesional ideal, estos tres elementos deben tratarse conjuntamente. Sin embargo, lo más importante es imaginar cómo te sientes cuando estás en tu espacio de trabajo ideal. Prueba a cerrar los ojos y verte cuando llegas por la mañana. Si no se te ocurre nada cuando llegas a tu mesa entonces observa cómo te sientes después. ¿Te ha dado el corazón un vuelco de alegría? ¿Has notado un placentero calor en el pecho?
Cuando imaginamos todos los detalles, incluida la reacción física que generan nuestras emociones, en vez de solo pensar en ellas intelectualmente, nuestro ideal se vuelve casi tangible. Como es natural, esto refuerza nuestro deseo de alcanzar ese estado y nos ayuda a mantenernos motivados.
Hay otro aspecto importante que debes tener en cuenta cuando visualizas tu vida profesional ideal: el marco temporal.
Piensa en el transcurso de tu jornada laboral: llegar al trabajo por la mañana, tomarte tiempo para hacer un descanso, terminar de trabajar, irte a casa. Imagina qué aspecto tiene tu espacio de trabajo a distintas horas del día. Cuando examinamos nuestro ideal desde distintas perspectivas de este modo, empezamos a ver los pasos concretos que queremos dar a continuación, desde poner más color hasta tener más accesible el lugar donde archivamos los documentos, y eso nos motiva todavía más.
Imaginarte tu vida profesional ideal también es imprescindible para organizar el desorden no físico.
Cuando ordenes tus correos electrónicos, por ejemplo, visualiza cómo te gustaría gestionar los correos entrantes y después piensa en el número de correos que te vendría bien tener en la bandeja de entrada. Cuando ordenes el tiempo, visualiza la cantidad de este que necesitas para cada clase de tarea y cómo te sentirás cuando la desempeñes. Vuelve a examinar estos ideales desde distintas perspectivas, como la productividad, la eficiencia y tus relaciones con los componentes de tu equipo. Solo cuando te hayas fijado metas basadas en una imagen clara de tu estilo ideal de trabajo, podrás ponerte a ordenar con la actitud correcta.