
Es el más rentable de los tres y el motor económico de las empresas que compiten en el mercado del Lujo.
Lo forman aquellos productos al alcance del consumidor medio, que transmiten el suficiente significado como para poder vender al precio máximo de su categoría (entre tres y cinco veces más elevado que los competidores).
El secreto de este modelo de negocio reside tanto en los beneficios técnicos, funcionales y emocionales que ofrecen, como en el hecho de que su precio no resulta prohibitivo. Incluso, en términos relativos, podrían considerarse baratos.
A este fenómeno se le ha llamado democratización: ciertos productos de consumo masivo a los que se les han añadido atributos del lujo; creándose una motivación aspiracional o inspiracional que les permite vender a un precio notoriamente superior al de sus competidores directos. El mercado ofrece una amplia variedad de este tipo de bienes y servicios adaptados al bolsillo del consumidor medio: automóviles, robots de cocina, muebles, moda, alimentos, vinos y cervezas premium, cosméticos, servicios para las mascotas, equipos deportivos y un larguísimo etcétera.
Los especialistas de marketing hablan ahora del nacimiento de un nuevo perfil de consumo, que bautizaron como «masstigio»: productos y servicios masivos a precios altos, pero no prohibitivos. El resultado ha sido la creación de nuevas compañías, que comercializan ―en un nuevo mercado entre mass y class―, productos tradicionalmente ajenos al mercado masivo.
Todos son productos con gran valor emocional, funcional o técnico, que ayudan a obtener satisfacción individual. Encontramos empresas con el objetivo de llegar a un mayor número de consumidores, incorporan sus conocidos logotipos a productos que, aun siendo accesibles, se comercializan a un precio claramente superior al promedio de la categoría. Con ello permiten satisfacer a aquellos fans ―que no disponen de la capacidad adquisitiva para conseguir una de sus exclusivísimas creaciones― el deseo de poseer, al menos, un artículo de su marca favorita.