
Cuando sufrimos, podemos tratar de averiguar qué hemos pensado que ha desencadenado el sufrimiento. Una vez identificado el pensamiento, nos hacemos cuatro preguntas:
1.- ¿Es eso verdad?
A veces, esta simplísima pregunta resulta suficiente para hacer saltar por los aires una creencia a la que nos hemos aferrado durante años, y con la cual nos hemos provocado un inmenso sufrimiento.
Puede ser que el pensamiento que identifiquemos sea la descripción de un hecho. Los hechos, la realidad, aunque ahora no lo creas (la práctica de la indagación lo demuestra) nunca puede hacernos daño; sólo nosotros podemos, mediante la interpretación que de ellos hagamos.
El malestar es emocional. Las emociones son los síntomas. Si vemos algo que creemos que nos produce angustia, tristeza, tensión, confusión… preguntémonos qué hemos pensado. Las emociones son el reflejo de los pensamientos. No es una teoría; la indagación lo demuestra. Cualquier emoción que no sea paz y felicidad está indicando la presencia de un pensamiento falso. Comprobarás, una y otra vez, que lo que te hacía daño no era lo que veías (algo externo, sea lo que sea), sino lo que pensabas sobre lo que veías (algo que sucede en tu espacio interno, y sobre lo que tienes del poder de la indagación para liberarte).
2.- ¿Puedes saber con absoluta certeza que eso es verdad?
Lo que acabamos de decir para la primera pregunta es aún más válido para la segunda. De ninguna creencia podemos tener una certeza absoluta. Por eso son creencias.
Si la respuesta sigue siendo positiva, atento: lo que vas a descubrir puede ser importante.
En el proceso de la indagación, entre tus respuestas pueden aparecer creencias más radicales o profundas. Lo notarás porque, cuando eso ocurra, reaccionarás de forma diferente o más intensa. Te llamarán la
atención. Toma buena nota de ellas. Pueden ser un excelente material para ser cuestionado después.
Es indispensable que, para responderte, te escuches muy atentamente. Jamás respondas por inercia, y mucho menos lo que creas que se supone que debe responderse; haría que la indagación no funcionase. Escúchate y escribe sin miedo lo que aparezca. Eso será a través de lo que podrás liberarte.
3.- ¿Cómo reaccionas cuando crees ese pensamiento?
Poderosa pregunta. Ve lo más lejos que puedas en las respuestas, con todo tipo de matices y detalles, hasta que sientas que ya no queda nada por decir. Esto te va a proporcionar un profundo autoconocimiento, y vas a experimentar el poder destructor del apego a las mentiras. Al final, te volverás alérgico a ellas. Creer mentiras, que es lo que te hace sufrir, te resultará más claramente rechazable, y la verdad, que es lo que te libera, más agradable.
4.- ¿Quién o qué serías tú sin el pensamiento?
Las respuestas a la cuarta pregunta van a ir acercándote, poco a poco, a ti mismo. Esto es autodescubrimiento. Vive intensamente estas respuestas. Según los temas que indagues o la etapa de tu autodescubrimiento que estés viviendo, puede ser que las respuestas a esta pregunta sean durante un tiempo muy similares. La cuarta pregunta es tan poderosa, que muchas veces bastará que te la hagas cuando te sientas agobiado, aunque aún no sepas por el apego a qué creencia, para calmarte y acercarte de nuevo a la realidad y a ti mismo, en lugar de quedarte enajenado en el pensamiento.