
Nos encontramos ante un modelo de emprendedor cuyo perfil se asemeja más al de un artista que al del típico hombre de negocios.
El creador debe estar apasionado por conseguir un producto superior. Esa pasión por lo que se hace, unida a la incansable búsqueda de la excelencia, por encima del retorno económico, son requisitos indispensables para que nazca el Lujo.
Mantener está pasión resulta fundamental a fin de conservar un nivel de innovación diferencial que garantice la posición de privilegio de la que disfrutan las marcas que componen este exclusivo mundo.
Las firmas más representativas del Lujo― pueden precisar de mil fases, cuidadosamente planeadas. Esa obsesión por crear productos de tan meticulosa calidad es la razón por la que comercializan a precios tan exclusivos. Los consumidores capaces de adquirir sus creaciones deben tener, no solo un nivel adquisitivo muy superior al de la mayoría, sino una gran afición y sensibilidad: una afición que les permita valorar estas obras de arte y disfrutar de ellas.
Se convierten en referentes al conseguir equilibrar su pasión por la excelencia con la capacidad para haber implementado, a nivel mundial, un modelo de negocio rentable y sostenible: en los últimos años se han visto forzadas ―para satisfacer la creciente demanda internacional― a incorporar tecnología moderna con la que aumentar su producción. Pero, eso sí, respetando el estilo y la calidad de sus productos.
Una devoción por alcanzar la perfección en lo que se hace que supera cualquier incentivo económico.