
Evolucionemos racionalmente y sin miedo.
Por eso las palabras claves para los tiempos futuros serán las palabras evolución y racionalidad.
Por encima de las palabras patriotismo, tradición, fe y todas las demás que la estulticia o los intereses creados de unos cuantos han ido creando a lo largo de los siglos para tener a los hombres entontecidos con falsos valores y peleando entre sí.
Una evolución racional y conforme a las necesidades y a las capacidades humanas, que lejos de excluir todos los otros valores dignos, los englobará y los realzará, pero colocándolos en el lugar que les corresponde dentro de la realización total del hombre como ser autónomo y realmente inteligente.
Tenemos que evolucionar:
- Intelectualmente, conociendo cada día más cosas; y capacitándonos para comprender mejor el mundo y el universo que nos rodea.
- Moralmente, siendo cada día mejores, más respetuosos de los derechos de los demás y del recto orden de la naturaleza, y defendiendo el bien y la justicia que sean beneficiosos para la humanidad.
- Estéticamente, cambiando nuestros gustos primitivos y materialistas en otros más dignos de mentes evolucionadas.
Pero en este evolucionar estético, está incluido algo que ha sido siempre mirado muy sospechosamente por los ascetas de todas las religiones, y contra lo que han tronado todos los moralistas aguafiestas, que tanto han florecido en todas las sectas del cristianismo: la «fruido», es decir el goce de las muchas cosas bellas y buenas que hay en este mundo.
No sólo hay que amar la belleza, sino que hay que tratar de crearla según las fuerzas de cada uno, y hay que disfrutarla; porque la belleza sólo tiene sentido si es disfrutada por alguien. Este mundo es un valle de lágrimas a donde venimos a hacer méritos (mediante el sacrificio y la renunciación) para la vida futura. Pero según la nueva teología que estamos empezando a construir, este mundo es un peldaño en el infinito ascender de todo el Universo, de lo menos perfecto a lo más perfecto; y el sufrir «para hacer méritos para otra vida» es algo que no tiene sentido. Al igual que tampoco tiene sentido el dejar de disfrutar las cosas buenas y bellas que nos brinda la vida, pudiéndolas disfrutar sin menoscabo de nadie. No hacerlo, es menospreciar algo que nos ha sido dado precisamente para que lo disfrutemos.