Sigo empeñado en forjar una recta actitud, perseverancia que asumo como propia característica innata que adquiero desde la infancia. Tal vez este hallazgo de nuevos rasgos sobre mi persona nos permita aclarar el porque de la repentina insistencia que muestro por la cuestión de este conocido, por mis lectores como el asunto de las benditas «redes».
Sobre las 07:00 de la mañana, suena el despertador, me dispongo a dirigirme hacia algún lugar, como podría estar haciendo cualquier otra persona desde el lugar más recóndito del mundo que podamos imaginar.
La diferencia entre como lo hace la gran mayoría y yo es que los habrá quien prefieran tener activo el móvil con todas su funciones y yo prefiero mantenerme en el modo avión.
Radical postura pero también contundente y no definitiva decisión, que me permite desconectar de forma voluntaria, es lo que opino, mientras pueda permitírmelo, lo haré, que así sea.
En su defecto, suelo configurar mi móvil iPhone 8 de tal manera que pueda únicamente acceder a la gestión de llamadas, mientras los demás suelen optar por ambas simultánea, sin restricciones de ningún de tipo, ¡mejor!, a todo lo que da el dispositivo, claro que sí, ¿por qué no?
Entonces, sin apenas restricciones, me pregunto: ¿desde cuando llevaran contagiados por el sedante efecto que produce, bajo mi experta conclusión, este comportamiento generalista?
Volvemos a ser presas del progreso a medida que la tecnología avanza, nuevas formas de adaptarnos a ellas son necesarias. Por lo que parece, el digitalismo es un acto reflejo, así que nos enfrentamos a la dura realidad de tener que plantearnos con urgencia una locuaz tesis, que nos permita vivir en armonía.
Varios son los motivos por los que estamos sometidos a semejante obligación a resignarnos a la cada día más progresiva adaptación que ejerce la sociedad en las personas sobre algún nuevo concepto revolucionario.
También podemos optar por forzarnos a desistir, con frecuencia y de manera
definitiva (que no morir en el intento) tanto al formato textual como al audiovisual, «not funny». Ni de que decir tiene cuando se usan las redes con los menores, eso si todo legal, emotivo y muy respetable, faltaría «Plus». Gracias a todos los padres y madres que hacéis esto posible.
Sin más dilación, deseo abordar el reto que me suscita explorar mis pensamientos para encontrar una posibilidad, por pequeñas que sea, que de coherencia y justifique al cúmulo de mensajes que se amontonan, sin cesar, a la espera de ser leídos, y/o en otros muchos casos contestados.
Todo esto sucede mientras el digitalismo gestiona alguna de las nuevas funciones algorítmicas creadas sabiamente por algún informático, para terminar siendo configuradas magistralmente.
Finalmente nos será requerida la insistente actualización desde alguna aplicación, estas que están tan de moda, eso sí, he de reconocer que lo solicita muy amablemente, un punto rojo aparece en la pantalla, ten por seguro que no desaparecerá si no ejecutas la operación.
Estamos a sólo un paso del cada vez más cercano finito que se precipita en la cada vez más extendida rutina, estoy refiriéndome, como no podía ser de otro modo al epígrafe mencionado anteriormente y que le da título a este apartado, y que con recelo he llamado «El Cinismo Digitalizado«.